“Hoy vamos a preparar un relato, a construir una imagen posible del mundo que nos rodea. Vamos a hacer esto probando, oliendo, tocando, partiendo y preparando varios tipos de alimentos, algunos blandos como tejidos y otros duros como piedras. Vamos a cocinar porque cocinar es narrar y comer es un acto que relaciona y que crea memorias que se preservan a través de nuestros comedores y de nuestros apetitos.

Moler es un primer metabolismo, una de las formas de acceder a las partículas de alimento que no podemos digerir por nuestra cuenta. Hoy nos relacionamos con el alimento desde la molienda y la tintura. Vamos a sumar al mortero varios tipos de pastas, de maní, de achiote, y de plátano. De nuestros morteros se desprenderan arenas, gránulos, masas blanquecinas y también pigmentos que utilizaremos para dotar de color el alimento. Siguiendo nuestros apetitos, esta arena rojiza será nuestro material tintóreo para dejar un rastro textil del relato que produzca nuestro encuentro.

Hoy nos dejamos seducir por la vivacidad del achiote para untarnos y teñirnos las manos, la boca, el estómago, los intestinos… y dejar trazos y rastros de lo que nos interpela en una suerte de memoria textil. Un archivo vivo que guarda la certeza de la impermanencia del color metabólico, orgánico, perecedero: un color que se transforma.

Dibujaremos trazos con leche de frijol de soya y su proteína permeará las fibras del algodón, que luego al estar sumergidas en el achiote en cocción, se teñirán más vivamente que el resto de las fibras y como en una fotografía se revelarán nuestras memorias en achiote. Con el tiempo estas memorias y la intensidad de su color también se transformarán. Este retazo que cada una llevará a casa será una memoria viva impregnada de achiote como guía.”

Fragmento del texto conductor.

29 de septiembre de 2023